30 de septiembre de 2009

Prólogo: Ragnar Magnarsson

Bueno, os voy a contar como era mi vida antes de la tormenta del caos.

Nací un día cualquiera pero no en una ciudad cualquiera ya que nací en la capital de los matadores, Karak-Kadrin en una familia tan humilde como la que más, mi padre se llamaba Magnar de ahí viene parte de mi nombre para mi era un gran enano, y era el cabecilla de los mineros de Karak-Kadrin, lo más característico que tenía era sus penetrantes ojos violetas, sí habéis oído bien violetas, su cabello tenía un color castaño nada raro pero su barba era lo que más cuidaba, quien tocara su barba no era bien recibido en su vida, era bastante fornido, y tenía un tatuaje con la bandera de Karak-Kadrin en su hombro izquierdo, su signo astral era la Gran Cruz que era el signo de la claridad.

Mi madre siempre me ha apoyado, se llamaba Karin, preciosos nombre no creéis, era cinco años menor que mi padre, su trabajo era de los más arriesgados portadora de runas, ya que consistía en llevar mensajes a otras fortalezas enanas en mensaje rúnico para que el enemigo no se percatase de lo que ponía, pero a ella le gustaba eso de arriesgarse se le daba bien salir de los problemas, no era ni muy alta ni muy baja, y sus ojos eran de lo mas común en cuanto a color pero preciosos en el brillo que desprendían por la noche, lo que más gracia me hacía de mi madre era que tenía unos andares así como de pato mareado, eran muy característicos, su signo astral era el Caldero de Rhya, es le signo de piedad, muerte y creación, tenía un pelo largo y castaño, y por cierto ya que ella es de Karak-A-Karak conoció a mi padre en uno de sus viajes a Karak-Kadrin y ahí saltó su enamoramiento.

Mi hermano era yo creo al que más apreciaba de mi familia ya que él me lo enseñó casi todo, se llamaba Orzad y era uno de los mejores rompescudos de la ciudad, era el más diestro con el hacha de la familia y se podría decir que era el favorito de mi padre, pero eso a mi no me afectaba, salió a mi padre ya que tenía los ojos violetas y el pelo castaño, y era igual de cascarrabias, era incluso más rezongón que yo que eso ya es decir, la última vez que lo vi tenía un diente de oro ya que lo perdió en batalla, su signo astral era el Gallo Cackelfax signo de los mercenarios, pero el no tenía nada que ver con los mercenarios, y aún me acuerdo de la promesa que me hizo un día que aún éramos niños y jugábamos a luchar con nuestras hachas de madera me dijo que nunca nos separaríamos y que siempre estaría a mi lado para protegerme, puede que porque no estemos juntos sea tan duro.

Como ya he dicho éramos de la familia más humilde pero nos conocía toda la ciudad, ya que mi padre era el minero mayor, mi madre de las pocas portadoras de runas, mi hermano un gran rompescudos y yo, bueno, no es que me conocieran por mi gran paciencia, un día en el colegio se me acabó la paciencia y uno se quedó sin nariz, se lo tenía bien merecido, era zurdo y de los pocos por no decir el único de la ciudad, yo no veo tan grave ser zurdo pero la ciudad por ello temía a que cuando fuera lo suficientemente maduro me aliara con el caos, yo no les hacía el mínimo caso, ya conocéis el dicho enano: a palabras elfas oídos sordos. A mi me iba muy bien en la escuela guerrera enana, era un alumno bastante experimentado. Todos creíamos en el gran dios enano Grungni el dios de la guerra, pero mi padre creía en especial al dios Grimni, y aparte, como era zurdo no me dejaban entrar en las iglesias enanas, me tocaba esperar en la puerta. Mis peores enemigos y el de todos los enanos yo creo que ya sabéis quienes son, los elfos esos malditos orejudos, nos traicionó un mensajero suyo y ahora entre las dos razas saltan chispas, y por no hablar de los goblins, orcos y de más que les tenemos un odio muy famoso, el odio visceral. Mi mejor amigo de la infancia siempre ha sido mi hermano, además era mi ejemplo a seguir, ya que no tengo a mi hermano, he conocido a Stephan un noble campesino que ya os contaré como lo conocí. A quien más leal he sido siempre es a mi familia sobretodo a mi padre, por lo que es en la ciudad y para mí, en realidad le amo aunque nunca se lo he podido demostrar. Nunca he tenido una posesión en especial muy preciada, bueno sí un colgante con una piedra que según mi padre llevaba grabados rúnicos pero bueno a mi esos cuatro palos no me parecen runas, me lo dio mi padre y desde entonces lo reservo. Después de varios años aguantando las críticas de los demás me hice un gran guardaespaldas, de los más afamados de Karak-Kadrin, mi primer trabajo fue con un noble, no me caía muy bien pero era lo que había porque pagaba bien. Un día muchos años después de que mis padres murieran, se oía que había una tormenta, había comenzado la guerra entre todo el viejo mundo y las tierras del Caos, yo quería ir a ayudar a los humanos ya que los enanos habíamos hecho un juramento, que cuando los humanos necesitaran nuestra ayuda fuéramos a ayudarles, mi hermano no opinaba lo mismo, el quería quedarse en la ciudad a protegerla de lo que estaba por venir, me dijo que era lo que mi padre querría, no le hice caso me fui sin escuchar sus gritos suplicando que me quedara, que Karak-Kadrin perdería un brazo para proteger la ciudad del Caos.

En mi viaje conocí al campesino Stephan, con el que forjé una sólida amistad, y días después vimos de camino, a Klara una humana cualquiera, a Heidi una halfling locuela que creía ser maga y por desgracia a un elfo, eso no podía ser en nuestro grupo un elfo, ahí me derrumbé me fastidiaba que estuviera con nosotros, bueno se llamaba Ravendil, y lo peor era que era extremadamente ágil pero tonto como un ceporro.