4 de noviembre de 2008

Prólogo de Prímula



¿A quién se le hubiera ocurrido?

“Nos lo pasaremos bien”, dijo, “será una gran aventura” me aseguró... y vaya si lo es.


Estamos aquí arriba, en un primer piso, esperando que se haga de día, eso si ocurre claro, en este maldito lugar lleno de niebla un ser de mi tamaño nunca vería el sol, o si llegamos vivos al momento del amanecer, claro...
Abajo, un montón de zombies. Esperando que cometamos un fallo, el mínimo error, para tragarnos, convertirnos, o lo que quiera que hagan esos desagradables bichos.
No os diré cómo hemos llegado aquí, o quizás si, pero en otro momento, ahora lo importante es el dinero.
¡Mierda! Me aseguraron 100 monedas de oro por encontrar a ese estúpido humano, y por mi orgullo de enana que las consigo.


Pero bueno, creo que me estoy precipitando. Seguro que andáis perdidos Volvamos unos meses atrás en el tiempo.


Nos encontramos en una cueva decorada con fuertes rocas adornadas por espléndidas runas enanas, todo un orgullo para nuestra raza. Allí está mi tío, que me ha mandado llamar, viste ricamente, como noble que es, su calva pulida brilla bajo la luz de las velas y su barba, cada día más canosa, se encuentra recogida en un abalorio con el emblema de nuestro clan. Sus ojos, profundos y penetrantes, parecen haber obviado el paso del tiempo, siguen tan intensamente verdes como cuando tenía mi edad.
Se encuentra en la mesa de escritorio de su aposento, en su mano derecha, como de costumbre, una jarra de la cerveza más exquisita de esta zona, la cerveza enana fabricada en nuestra ciudad. En su mano derecha descansan un par de papelitos rectangulares.

-¿Te acuerdas cuando era niña y me decías que me llevarías a conocer mundo y a vivir aventuras?-dije a modo de saludo.

No tenía más que decir, ya sabía que era lo que llevaba en la mano, ya sabía sus intenciones, ya sabía que tendría que despedirme por un tiempo de la cuidad. ¿Cómo lo sabía?

Él estaba más ilusionado que yo. Con eso me bastaba.

Nos íbamos a conocer mundo.


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