30 de septiembre de 2009

Prólogo: Ragnar Magnarsson

Bueno, os voy a contar como era mi vida antes de la tormenta del caos.

Nací un día cualquiera pero no en una ciudad cualquiera ya que nací en la capital de los matadores, Karak-Kadrin en una familia tan humilde como la que más, mi padre se llamaba Magnar de ahí viene parte de mi nombre para mi era un gran enano, y era el cabecilla de los mineros de Karak-Kadrin, lo más característico que tenía era sus penetrantes ojos violetas, sí habéis oído bien violetas, su cabello tenía un color castaño nada raro pero su barba era lo que más cuidaba, quien tocara su barba no era bien recibido en su vida, era bastante fornido, y tenía un tatuaje con la bandera de Karak-Kadrin en su hombro izquierdo, su signo astral era la Gran Cruz que era el signo de la claridad.

Mi madre siempre me ha apoyado, se llamaba Karin, preciosos nombre no creéis, era cinco años menor que mi padre, su trabajo era de los más arriesgados portadora de runas, ya que consistía en llevar mensajes a otras fortalezas enanas en mensaje rúnico para que el enemigo no se percatase de lo que ponía, pero a ella le gustaba eso de arriesgarse se le daba bien salir de los problemas, no era ni muy alta ni muy baja, y sus ojos eran de lo mas común en cuanto a color pero preciosos en el brillo que desprendían por la noche, lo que más gracia me hacía de mi madre era que tenía unos andares así como de pato mareado, eran muy característicos, su signo astral era el Caldero de Rhya, es le signo de piedad, muerte y creación, tenía un pelo largo y castaño, y por cierto ya que ella es de Karak-A-Karak conoció a mi padre en uno de sus viajes a Karak-Kadrin y ahí saltó su enamoramiento.

Mi hermano era yo creo al que más apreciaba de mi familia ya que él me lo enseñó casi todo, se llamaba Orzad y era uno de los mejores rompescudos de la ciudad, era el más diestro con el hacha de la familia y se podría decir que era el favorito de mi padre, pero eso a mi no me afectaba, salió a mi padre ya que tenía los ojos violetas y el pelo castaño, y era igual de cascarrabias, era incluso más rezongón que yo que eso ya es decir, la última vez que lo vi tenía un diente de oro ya que lo perdió en batalla, su signo astral era el Gallo Cackelfax signo de los mercenarios, pero el no tenía nada que ver con los mercenarios, y aún me acuerdo de la promesa que me hizo un día que aún éramos niños y jugábamos a luchar con nuestras hachas de madera me dijo que nunca nos separaríamos y que siempre estaría a mi lado para protegerme, puede que porque no estemos juntos sea tan duro.

Como ya he dicho éramos de la familia más humilde pero nos conocía toda la ciudad, ya que mi padre era el minero mayor, mi madre de las pocas portadoras de runas, mi hermano un gran rompescudos y yo, bueno, no es que me conocieran por mi gran paciencia, un día en el colegio se me acabó la paciencia y uno se quedó sin nariz, se lo tenía bien merecido, era zurdo y de los pocos por no decir el único de la ciudad, yo no veo tan grave ser zurdo pero la ciudad por ello temía a que cuando fuera lo suficientemente maduro me aliara con el caos, yo no les hacía el mínimo caso, ya conocéis el dicho enano: a palabras elfas oídos sordos. A mi me iba muy bien en la escuela guerrera enana, era un alumno bastante experimentado. Todos creíamos en el gran dios enano Grungni el dios de la guerra, pero mi padre creía en especial al dios Grimni, y aparte, como era zurdo no me dejaban entrar en las iglesias enanas, me tocaba esperar en la puerta. Mis peores enemigos y el de todos los enanos yo creo que ya sabéis quienes son, los elfos esos malditos orejudos, nos traicionó un mensajero suyo y ahora entre las dos razas saltan chispas, y por no hablar de los goblins, orcos y de más que les tenemos un odio muy famoso, el odio visceral. Mi mejor amigo de la infancia siempre ha sido mi hermano, además era mi ejemplo a seguir, ya que no tengo a mi hermano, he conocido a Stephan un noble campesino que ya os contaré como lo conocí. A quien más leal he sido siempre es a mi familia sobretodo a mi padre, por lo que es en la ciudad y para mí, en realidad le amo aunque nunca se lo he podido demostrar. Nunca he tenido una posesión en especial muy preciada, bueno sí un colgante con una piedra que según mi padre llevaba grabados rúnicos pero bueno a mi esos cuatro palos no me parecen runas, me lo dio mi padre y desde entonces lo reservo. Después de varios años aguantando las críticas de los demás me hice un gran guardaespaldas, de los más afamados de Karak-Kadrin, mi primer trabajo fue con un noble, no me caía muy bien pero era lo que había porque pagaba bien. Un día muchos años después de que mis padres murieran, se oía que había una tormenta, había comenzado la guerra entre todo el viejo mundo y las tierras del Caos, yo quería ir a ayudar a los humanos ya que los enanos habíamos hecho un juramento, que cuando los humanos necesitaran nuestra ayuda fuéramos a ayudarles, mi hermano no opinaba lo mismo, el quería quedarse en la ciudad a protegerla de lo que estaba por venir, me dijo que era lo que mi padre querría, no le hice caso me fui sin escuchar sus gritos suplicando que me quedara, que Karak-Kadrin perdería un brazo para proteger la ciudad del Caos.

En mi viaje conocí al campesino Stephan, con el que forjé una sólida amistad, y días después vimos de camino, a Klara una humana cualquiera, a Heidi una halfling locuela que creía ser maga y por desgracia a un elfo, eso no podía ser en nuestro grupo un elfo, ahí me derrumbé me fastidiaba que estuviera con nosotros, bueno se llamaba Ravendil, y lo peor era que era extremadamente ágil pero tonto como un ceporro.

9 de mayo de 2009

Heidi, halfling maga. Tercera parte

Aquí la tercera parte, no tengo nada más escrito, así que aun tardaré en subir más.
En cuanto a vuestros comentarios, en ningún momento he pretendido que Stephan y Ragnar parecieran pareja, lo siento. Y bueno, las coletas de las halfling, te juro que pensé que lo habías dicho º-º


-¡Los pieles verdes!-gritó sin más y acompañando el grito con otro golpe en la mesa, asustando a los presentes- ¡Los pieles verdes están atacando Zhufbar! ¡Están aprovechando que muchos de los nuestros fueron a combatir en la guerra del caos para atacarnos al resto. Mi nombre es Groth Puño de Hierro, y estoy buscando valerosos aventureros que se embarquen conmigo hacia Zhufbar para darles una paliza enana a esos descerebrados! Vosotros sois aventureros, sois lo que estaba buscando, ¡tendreis 100 monedas de oro si venís a ayudar a esta honrable causa! ¡Y tú -continuó gritando, dirigiéndose esta vez más en concreto a Ragnar,-, como enano que eres deberías estar allí luchando contra ellos! ¡Deberías estar yendo hacia allá! ¡Debemos unir fuerzas para derrotar a los pieles verdes!





Tras el elevado discurso la taberna había quedado en silencio, mirando hacia la mesa de los forasteros. Estos, a su vez, pasaban la mirada del enano al resto de personas de la taberna, las que, poco a poco, volvieron a sus respectivos asuntos. Mientras, en la mesa de los extranjeros, reinaba el silencio. No sabían si se habían topado con un enano loco o si, simplemente, estaba tocado del ala. En cualquier caso, ninguno se decidía a darle una respuesta, por sus mentes pasaban dos pensamientos muy distintos: seguir buscando la paz o irse a la guerra y ganar 100 jugosísimas monedas de oro. Una decisión así no se tomaba todos los días, y sus rostros, preocupados y confusos, eran claras muestras de lo que pasaba en sus mentes.




Al cabo de unos segundos la tensión era insoportable, y Ragnar resolvió contestar a su hermano de raza.


-Déjame, estoy ocupado.-su respuesta fue breve y rotunda, claramente, lo que dejó a Puño de Hierro un tanto descolocado y rojo de ira. Miraba a Ragnar como si de uno de los pieles verdes de los que hablaba se tratase.



-¡Tú!-le gritó, alarmando de nuevo al resto del establecimiento, que volvían a lanzar miradas indiscretas a la mesa donde transcurría la disputa.-, ¡como enano que eres deberías estar encantado de poder ayudar en esta noble causa! ¡Deberíamos estar yendo a Zhufbarg para acabar con los pieles verdes! ¿¡Qué clase de enano eres!? ¡Eres una deshonra para nuestra raza!



Sus gritos iban siendo cada vez más altos, acompañados de cada vez más gestos, más golpes en la mesa, más miedo por parte de los presentes hacia aquel ser.



Miedo para todos escepto para el otro enano que, erguido sobre su silla le lanzó un escupitajo a Groth. Ragnar estaba también enfadado, pero más por la incómoda situación y el insulto del enano que por la persistencia de aquel sujeto.



-Tú, hijo de elfa-le dijo tras aquella muestra de respeto y afecto.-, te he dicho que nos dejes en paz, no queremos ir.



Al recibir los transparentes y viscosos jugos salivares de su compañero, Groth entró en estado de ira inalterable, auque pareciese que no podía enfadarse más de lo que estaba. Puso las manos encima de la mesa y se dispuso a subir también la pierna derecha, su intención: darle una buena paliza a Ragnar. Por suerte para Ragnar, Groth, Heidi, Stephan, Ravendil y Klara (allá en la otra punta de la local), como para la del resto de los presentes en el local, como para los dueños del local, como para el local en sí, un par de hombres bastante musculosos pararon al enano a mitad de escalada y lo sacaron a rastras del lugar mientras él luchaba con todas sus fuerzas por desprenderse de la captura.



En la mesa se miraron los unos a los otros, todos bastante sorprendidos por aquel espectáculo como para decir nada.




Heidi se dió cuenta en ese momento de que Ragnar era bastante más decidido de lo que le pareció en un primer momento. Con todo el morro del mundo había decidido por el resto que preferían cumplir sus objetivos sin participar en ninguna guerra, que para eso venían huyendo de una. Le soprendió también la tozudez con la que había defendido su postura, aunque lo hiciese de una manera un tanto peculiar.



-Bueno, aquí teneis, cinco menús completos-dijo una voz apresurada desde el borde de la mesa, sacando a Heidi de sus pensamientos.

Chimpón.
Fdo: Raki

30 de abril de 2009

Heidi, halfling maga. Segunda parte.

Nadie leyó la primera parte, pero dije que las iría subiendo y eso pienso hacer... hum!
Empieza la escena de taberna.



No estaba muy lejos, de hecho, estaba al doblar la esquina. Se llamaba El Halfling Feliz, cosa que hizo que la pequeña Heidi esbozara una sonrisa de satisfacción. Al entrar se encontraron con un local bastante típico y de medidas humanas a pesar de su nombre. Las mesas y bancos eran de madera oscura y parecían bastante resistentes. Había unas cuantas ventanas a los lados de la puerta por las que entraba bastante luz. El techo era alto y, al fondo de la estancia se veían unas escaleras que daban a un segundo piso, seguramente de habitaciones. Había bastante gente en el local, síntoma de las horas que eran, aun así quedaban algunas mesas vacías, por lo que ocuparon una lo bastante grande para ellos.


Al poco tiempo de estar ahí sentados apareció una pequeña halfling de andares rápidos y peculiares, sujetando tres bandejas de camarero llenas, dos de ellas en las manos, y le tercera en su amplio trasero. Mostraba una sonrisa enorme en su redonda cara, tenía el pelo rubio, recogido en dos trenzas.


-¡Buenos días! ¿Que tal están? Ustedes no son de aquí, ¿verdad? En los pequeños pueblos nos conocemos todos-rió. Heidi se quedó sorprendida, y supuso que el resto también. Ella creía que hablaba demasiado deprisa para ellos pero aquella halfling hablaba aun con mayor rapidez.-¡Oh! ¡Una compañera! Hola, ¿que tal?-continuó, con un breve vistazo a Heidi- Venís a comer, ¿verdad? Decidme, ¿qué os pongo? A ti, supongo, un menú completo, ¿verdad?-terminó, mirando a su compañera la halfling.


Tras la conmoción inicial del grupo volvieron en sí.


-Claro, claro un menú completo, he viajado mucho, tengo que alimentarme bien-rió la pequeña Heidi en respuesta a la metralleta de palabras de su compañera.


-Yo también quiero un menú completo, por favor-dijo el enano con voz seria y serena desde la otra punta de la mesa.



-Y yo otro-añadió el humano.



Heidi les miró mientras el resto hacía su pedido. Siempre iban juntos, donde iba Stephan iba Ragnar, donde iba Ragnar iba Stephan, les habían conocido cuando viajaban juntos y desde entonces no se habían separado mucho. Ninguno de los dos hablaba mucho, así que Heidi no se atrevía a preguntarle a ninguno de los dos sobre ello. Además, Ragnar era un enano, y no le gustaba la magia, por lo que acercarse demasiado podría resultar fatal; y Stephan era un humano pobre, de esos sin conocimientos del mundo que creen que la magia es malvada y peligrosa. Esperaba que Klara les dijera algo, pero ella tampoco había mostrado interés alguno en la peculiar pareja.



-¡Cariño!-dijo la halfling mientras se iba.- ¡Cinco menús completos!



-Sí, amor mío- respondió una voy de hombre desde la cocina, desde la otra parte
del bar.



Estos gritos sacaron a Heidi de sus pensamientos y la trasladaron de nuevo a la mesa de El Halfling Feliz, donde se encontraba con sus compañeros de viaje. Miró a su alrededor, esta vez para ver qué clase de gente había en aquel lugar. No vió nada en especial, un par de voluminosos hombres sentados en una mesa sin hablar, un enano tomando una cerveza él solo en otra, un grupo de tres campesinos comiendo un pequeño plato de gachas, un señor al parecer un poco más rico rodeando a una muchacha por la cintura, una pareja de muchachas riendo por lo bajo. No, nada en especial.
O eso pensaba Heidi, porque Klara parecía bastante interesada en el señor rico.



-Ahora vengo-dijo-, esperad aquí.



Y se encaminó hacia él. Klara era bastante guapa comparada con el resto de humanas que habái visto anteriormente Heidi, que no eran pocas, y, al parecer, auquello le gustó bastante al hombre, pues enseguida despachó a la muchacha con la que estaba hablando, que se fue inmediatamente con las otras dos chicas, e hizo un gesto a Klara para que le acompañara.



Desde donde estaban no podían oir nada, sólo ver que estaban hablando desde muy cerca y que el hombre aquel se empeñaba en acercarse más. Klara parecía desenvolverse bien, por lo que Heidi no puso mucha más atención a aquello, ya les contaría, si quería, lo que había pasado.



-Y bueno-dijo la pequeña para ocupar la boca mientras les traían la comida- ¿y por qué estais viajando? Yo estoy buscando algún maestro o escuela que me enseñe el arte de la magia. Hasta ahora no he encontrado ninguno que me aceptase. Todos se rien primero, es normal, los halfling somos resistentes al Caos, y, por lo tanto, no podemos hacer magia, pero os juro que yo sí puedo. El caso es que luego me piden que se lo demuestre, les hago el hechizo de los dardos (apuntando siempre contra un objeto inanimado, que sino me podría cargar a alguien y entonces ya si que no me dejan hacer magia) y me sale de maravilla, pero ellos insisten en que deje de hacer chorradas y me vuelva a la Asamblea, ¡si ni siquiera soy de la Asamblea! Supongo que no pueden admitir que un halfling esté al mismo nivel que ellos, todos los humanos son iguales.-terminó, tras el bombardeo de rápidas palabras acompañadas de grandes gestos y muchas expresiones distintas. Luego, al ver lo que acababa de decir y que estaba en la mesa con un humano y que llevaba viajando varias semanas con otra, rectificó: -Bueno, no todos son iguales, vosotros me tratais bien. Pero no os quedeis callados, decidme ¿por qué viajais?- su cara, con los ojos abiertos como platos y una sonrisa de oreja a oreja, paseó por entre los demás asistentes, demasiado confusos como para responder en seguida.



Al cabo de unos segundos que para la halfling resultaron interminables habló Stephan, con gesto serio y sereno, pensando lo que decía.



-Pues -empezó-, como ya os dije, mis campos fueron arrasados por las catástrofes de la guerra, de modo que estoy buscando un lugar donde empezar de nuevo con mi vida. Lo más lejos posible de la zona en guerra, claro.



Heidi asintió, esperando que siguiese contando pero el chico no dijo una sola palabra más, para decepción de la pequeña.



-Yo -dijo el enano. Y la cabeza de Heidi casi se descoyunta al girar para verle, iba a contar porqué iban juntos, seguro, y eso ella no quería perdérselo. Se estiró un poco más en su asiento para poder oir mejor-, huía del caos cuando me encontré con el humano y...



¡POM!



Un fuerte golpe les sacó de la historia. La cabeza de Heidi volvió a hacer un movimiento brusco para mirar en dirección contraria a la que miraba, con una mirada asesina que, por suerte, no fue interceptada por su legítimo receptor, pues hubiera recibido un buen golpe seguro. El causante no era ni más ni menos que un enano con gesto iracundo y una pequeña coronilla en la cabeza que se había plantado frente a ellos en la mesa. Heidi supo al verle que era el enano que estaba tomando una cerverza él solo y pensó que quizá se había unido a ellos porque se sentía solo.




En fin, esto es todo por hoy, mañana más.
¿Sabéis? Me da la sensación de que soy la única que se pasa por aquí.
Ha llegado Groth, muajjajajjaajjaja!
En fins, espero que os guste y bleh...


Fdo: Raki

29 de abril de 2009

Heidi, halfling maga.

Era una noche clara, la luna verde iluminaba con fuerza el bosque como cada año en ese día especial, en el día de Hexensnacht, la noche bruja. Las pocas estrellas que se veían en el cielo, las más resistentes a la luz de la luna, brillaban con un reflejo verduzco. En el bosque no sonaba un solo ruido vivo, ni cuervos, ni búhos, nada; sólamente el susurro del viento contra la hojas.
Aquella noche perdieron a Heidi. Nadie vio sus ojos suplicantes, nadie escuchó su grito ahogado, nadie lo pudo comprobar, pero Heidi ya no estaba con ellos.

Empieza la historia de la Halfling más rara que os podais hechar a la cara.

Llegaron a Midledorf tarde por la mañana. Escapaban del caos restante de las guerras en el norte, cada uno tenía un motivo distinto, pero todos un mismo objetivo: rehacer sus vidas. Eran pocos, pero lo suficientemente variopintos como para llamar la atención en aquel pueblo. Este era, además de pequeño, un pueblo antiguo, rodeado por una débil muralla. Un río pasaba cerca y al otro lado de este se extendía un enorme bosque. Se pararon a la entrada de la muralla, no era una gran entrada, pero estaba flanqueada por dos guardias no muy ansiosos por trabajar allí.

-¿Quienes sois vosotros? ¿Qué queréis? -preguntó uno de los guardias sin el menor movimiento y con la misma cara de aburrimiento.

-Venimos del norte, estamos escapando de la guerra y nos gustaría probar suerte en este pueblo. -dijo calmadamente la muchacha humana. Vestía ropa de viaje e iba equipada con un pequeño arco y un bastón, seguramente para hacer más llevadero el camino. Su nombre era Klara y se le daba bien tomar la palabra en momento como ese.


Los guardias les miraron de arriba a abajo, con el entusiasmo característico que estaban demostrando. Junto a Klara encontrarían a un enano de gesto enfadado, bastante alto como para ser un enano, pero con una densa barba que no dejaba lugar a la duda; un humano, bastante pobre por las pintas, con cara serena y el pelo oscuro recogido en una coleta baja; un elfo bastante callado, lo bastante para no haber hecho enfurecer ya al enano; y una pequeña halfling atabiada con una túnica remendada y un báculo cuyo orbe no era más que una manzana en precario estado de descomposición.


Sorprendentemente, tras el exámen visual comenzaron a hablar sobre la guerra que se llevaba al cabo en el norte, ambos habían escuchado hablar de ella, pero no conocían a nadie que hubiese estado cerca y, mucho menos, habían participado en ella. Parecían haber olvidado a los visitantes. Estos se miraban los unos a los otros, esperando la respuesta de los guardias.


Al cabo de un rato los guardias terminaron de hablan y procedieron a dar paso a los extraños.


-Podeis pasar- fue lo único que dijeron, ni siquiera se movieron de sus cómodos puestos de trabajo.



Al entrar pudieron ver lo que ya se imaginaban viendo la muralla desde fuera: era un pueblo pobre, casas de dos pisos como mucho, pocos comercios y calles no muy llenas. La poca gente que circulaba en esos momentos por allí se les quedó mirando, cosa que les era relativamente normal, en un pueblo pequeño cuarquier cambio es más que evidente.



-Quiero comer, tengo hambre,-dijo la Halfling tras un rato de paseo tras el que se había hecho medio día- ¿vosotros no tenéis hambre? Ya es hora de comer, vayamos a algún sitio a comer. -Tiraba de los pantalones de Klara mientras frotaba la manzana por la cara de Stephan, el humano.


Acto seguido se dirigió a un hombre con cara de pocos amigos.

-Disculpe, quiero ir a un bar, un restaurante, una taberna o cualquier sitio decente en el que vendan o den comida, ¿podría usted decirme dónde podría encontrar uno de ellos? Le estaría muy agradecida. -Lo dijo todo del tirón y sin coger una sola bocanada de aire. El hombre, que tras las palabras quedó algo confuso, bufó y siguió su camino, ignorando a Heidi. Ésta, con el ceño fruncido, le sacó disimuladamente la lengua. No era la primera vez que alguien de otra raza le ignoraba, de hecho, tenía bastante asumido que los de su propia raza la ignoraran o se rieran de ella a sus espaldas. Envidia cochina, ella era maga mientras que ellos no podían serlo.


Se volvió hacia el grupo, que la esperaba pacientemente donde ella les había dejado. Eran buena gente.


-No me hacen caso-dijo simplemente.

-Tranquila, -dijo el humano- lo intentaré yo.

Vieron como Stephan se acercaba a un anciano que llegaba calle arriba. No pudieron oirle, pero pudieron ver su manera de tratarlo. Sus gestos eran suaves, y lo que veían de su cara mostraba un gesto amable. El anciano parecía complacido ante el muchacho y le respondió gestualizando vagamente. Al cabo de un rato Step buena comida-informó calmadamente.- Vamos.


Y eso es todo por el momento,
he pasado a escribir en tercera persona, a ver si me sale algo digerible.
En fin, espero que os guste. De esta llevo algo más escrito que de las otras, de modo que subiré fragmentos de historia más a menudo.
Así que mañana (por decir un día, quizá tarde un poco más en colgarle, pero que, de todos modos, no será tanto como con las otras) colgaré la escena de taberna, que, personalmente, me ha sido muy divertida de escribir, espero no defraudar ^^U
Se agradecen comentarios, de hecho, ruego comentarios, no sé escribir (como bien podréis ver) y vuestros consejos me serían de mucha utilidad para mejorar.
Gracias a todos por leer.

Fdo: Raki

17 de marzo de 2009

Prólogo de Tara



Mi nombre es Tara, y provengo de la Capital del Cuarto Bosque.


La Capital, es una gran ciudad que se caracteriza por su constante bullicio, y su diversidad multirracial. Pues muchos son los que llegan hasta aquí atraídos por las oportunidades de mercadear, y otros tantos llegan en peregrinaje para mostrar su devoción a la diosa Narlu, pues es en la Capital donde está situado su Gran Templo de veneración.

Yo fui bañada con sus aguas bautismales a los pocos días de mi nacimiento, pues mis padres sienten una gran devoción por la diosa Vida, ya que cuentan que uno de mis antepasados fue salvado de una atroz muerte gracias a la fe que sentía por ella.

Decían que se llamaba Toro, por sus venas corría sangre élfica y humana, una huella que no llegó hasta mi generación, pues murió muy joven antes de llegar a tener descendencia. Mis padres me contaron de él que fue un gran guerrero, un semielfo diestro en el manejo de la espada que le sirvió fielmente en las diversas batallas en las que participó a lo largo de sus veinte años, hasta que un día esta le falló y fue herido de muerte.

Agonizante, Toro hasta entonces devoto del dios Útsem, suplicó por su vida a la diosa Narlu, y esta acudió a su llamada, dicen que en forma de un halcón blanco, para prolongar su vida con su aliento hasta que llegara su hora definitiva.

Tras alzarse de su lecho de muerte, mi antepasado se lo agradeció, y le prometió que a partir de entonces dedicaría sus oraciones a ella. Pero la diosa conocedora de su devoción por el dios de las profecías, le pidió que tampoco se olvidara de él, pues muy pronto traería una buena nueva a su familia.

Hubieron de pasar tres años, para que se volvieran a encontrar, esa vez Narlu no podía hacer nada por él, había llegado su momento. Sin embargo, Ústem había dispuesto que una de sus descendientes humana nacería con el don de la sanación y de la resurrección…

Fueron pasando varias generaciones, todas ellas buscaban entre sus descendientes cual sería, el elegido por los dioses para recibir este don, tan impropio para un simple humano mortal, pero nunca llegaba, yo misma estaba intrigada por si se trataba de alguno de mis hermanos, pero no fue así.

El día de mi dieciocho cumpleaños, fui a agradecer a Narlu el nuevo año de existencia que me había otorgado, quemando una vara de incienso, y pétalos de rosa en su honor, cuando de pronto vi como las hojas aromáticas se elevaron ante mí hasta dar forma a una hermosa ave rojiza.

Creía que nadie lo había visto, nada más que yo, pero no fue así, uno de los sacerdotes se acercó hasta a mí para ver de cerca lo que estaba sucediendo. Yo no pude verla en esos momentos pero me aseguró que en mi frente estaba tatuada la marca sagrada, de los que siguen el sendero de Narlu, un círculo de un profundo color carmesí.

Al regresar a mi hogar, estaba asustada, no sabía cómo podían reaccionar mis padres y mis hermanos. Pero tras la emoción, vinieron los festejos, y después la preparación del gran viaje, pues a pesar de que el Gran Templo se encuentra en la Capital de Ninff, aquellos que siguen su sendero deben formarse más allá de sus fronteras, en una travesía iniciática.

Así fui preparando lo necesario para sobrevivir hasta la llegada a Milmor, algo de comida, unas monedas (que tenía ahorradas con la intención de comprarme mi primer caldero), y la espada traicionera de Toro.

Mi padre me la dio como regalo, era la única arma que se conservaba de nuestros ancestros, y me aseguró que me serviría de ayuda para los peligros que acechaban en el extenso Otor.
Yo la acepté agradecida por tener tal reliquia familiar entre mis manos, aunque deseaba no tener que utilizarla nunca.

La mañana siguiente partí hacia lo desconocido…



Historia de Tara, espero que os guste ^^


P.D: Doña Master, si ve alguna incorrección en los datos, puede pasarse a corregirlos ^^' (y ortografía)

16 de marzo de 2009

Tshayse dice: Empezamos!! >0





Este prólogo ha sido facilitado por Thayse, elfa pícara.


<
Un día antes, en el puerto de la ciudad más cercana a mi pueblo natal, me había enterado de que, debido a guerras y crisis varias, se habían suspendido las salidas de barcos de pasajeros. Aquello me enfadó bastante, tantos años preparándome para salir a la aventura y ahora me prohíben hacerlo.
Aunque, al parecer, yo no era la única a la que le molestaba aquello.
Había un grupo de lo que me pareció aventureros inexpertos en busca de emociones. Todos ellos con diversos grados frustración en el rostro.

Me encaminé hacia ellos, todos estaban discutiendo sobre cómo llegar a Milmor dadas las circunstancias. ¡Bingo!

-Perdonad –dije con la voz más dulce que pude-, no he podido evitar escuchar que os queréis dirigir a Milmor, y bueno... es que a mi también me gustaría ir. Me preguntaba si no os importaría que me una a vosotros.

-¡Claro que no! Mientras traigas comida... –dijo una vocecilla halfling. Me quedé mirándolo un rato mientras seguían discutiendo. Eso que había sobre su cabeza... ¿era un afro? Ese tío molaba, aunque seguramente sería un ser excéntrico, de modo que le ignoré (muy dificilmente, pues su afro me resultaba altamente interesante) y me uní al tema de conversación, que, al parecer, ya había terminado.

-Entonces decidido –dijo una humana-, porque estamos todos de acuerdo, ¿no?

Me miró a mí directamente, ¿se habría percatado de que estaba en Babia o simplemente era racismo?

-Er.. ¿s-sí? Aunque no me vendría mal un resumen del plan. –creo que es la peor excusa que he puesto nunca.
Otra de las humanas del grupo suspiró, no parecía agradarle la idea de tener que repetirlo todo. Su cara decía claramente "cállate y vámonos".

-Sobornaremos al capitán del próximo barco mercante que pase en dirección Milmor para que nos deje subir a bordo –dijo lentamente el ogro. Parecía cansado, pero bueno, quizá fuera cosa de su raza o de su cerebro en sí. No le hice mucho caso.

-Esta bien -el plan no era tan malo, aunque debo reconocer que era un tanto simple-, ¿cuánto tenemos que soltar cada uno?



Estaba amaneciendo cuando llegó el siguiente barco con destino a Milmor, no resultó muy difícil sobornar al capitán, ya se sabe: la crisis afecta a todos.


Un día y una noche de travesía nos ha traído a Milmor, quedarán unos diez minutos para atracar en el puerto y en cubierta hay un gran alboroto, al parecer, en el puerto hay guardias apostados, de modo que estamos intentando encontrar una manera de evitar el cara a cara.

No se puede empezar una aventura luchando contra las autoridades. Aunque si me cogían les echaría la culpa a ellos, obviamente...

Cualquiera diría que somos novatos, hemos pasado entre ellos y no se han dado ni cuenta. Huelga decir que nos hemos hecho pasar por mozos de carga, pero bueno, hemos salido ilesos.


-¿Y ahora dónde vamos? -digo-, me muero por empezar la aventura.>>




Bueno, espero que su carácter no os desagrade y que, habiendo colgado esto, la gente se anime a colgar los diferentes puntos de vista de sus respectivos personajes.

11 de enero de 2009

¡Buenos días, Milmor!

Me presento como máster en esta mi nueva aventura. Para los seguidores y entendidos del rol os diré que esta es una historia completamente creada por mí, pero también lo son las reglas, es un juego de rol completamente nuevo. Se desarrolla en mi mundo paralelo llamado Otor, en concreto la gran capital Milmor, la ciudad más grande de la tierra. Allí están ahora mis querido jugadores, esperando a ver qué les ha deparado su cruel máster. Esta carta de presentación tan sólo quiere hacer una pequeña introducción en los personajes, aunque eso no quita que en un futuro cada cual tenga su propia entrada, con su trasfondo, su historia, imágenes, etc. Por cierto, algunas razas están trucadas, es decir, no pondré las reales de todos porque algunos lo mantienen en secreto.

Como la primera sesión fue bastante bien y estoy muy complacida con la interpretación de los usuarios voy a presentarlos más o menos como es debido. La primera sesión tan sólo contenía recolecta de información por las calles de Milmor, pero parece que se lo han pasado bien. Aunque mejor les obligo a que lo cuenten ellos en otras entradas.

En fin, por orden de creación:
Nombre: Tshayse
Sexo: Femenino
Raza: Elfa
Clase: Pícaro
Deidad: Lumos
Edad: 39
Características: Tiene el pelo verde y a veces habla demasiado.
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Nombre: "Príncipe de las Tartas"
Sexo: Masculino
Raza: Mediano
Clase: Hechicero
Deidad: Irly, Rhûr
Edad: 43
Características: Es bastante estrambótico y tiene el pelo afro.
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Nombre: Keela
Sexo: Femenino
Raza: Mujer lobo
Clase: Guerrero
Deidad: Umbra
Edad: 21
Características: Es un poco borde y a veces discute con Tshayse.
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Nombre: Tara
Sexo: Femenino
Raza: Humana
Clase: Explorador
Deidad: Narlu, Ústem
Edad: 18
Características: Protege la vida por encima de todas las cosas y, por tanto, decide llevarse bien con los elfos.
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Nombre: Otto
Sexo: Masculino
Raza: Humano
Clase: Bárbaro
Deidad: Irly
Edad: 22
Características: Tiene una prominenete nariz y le gusta hacer las cosas "a su manera" (pegando mamporros).
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Nombre: Garrrd
Sexo: Masculino
Raza: Ogro
Clase: Hechicero
Deidad: Sisba, Rhûr
Edad: 24
Características: Es un poco lento, pero su devoción es grande, igual que su corazón.
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Nombre: Imsrak
Sexo: Masculino
Raza: Trasgo
Clase: Guerrero
Deidad: Irly
Edad: 28
Características: Le gusta quemar y despellejar cosas y siempre va encima de Garrrd.
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Nombre: Lynx
Sexo: Femenino
Raza: Mujer lince
Clase: Explorador
Deidad: Karto
Edad: 17
Características: Su pelo es rubio moteado de negro y suele permanecer en silencio.




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Esto es todo por hoy, creo. Ya llegarán las anécdotas aventureras de Milmor, juas.